El cabo entra en las aguas como el perfil de un
muerto o de un durmiente
con la cabellera anegada en el mar.
El color no es color; es tan sólo luz.
Y la luz sucedía a la luz en láminas
de ténue transparencia.
El cabo baja hacia las aguas,
dibujado perfil por la mano de un dios
que aquí encontrara acabamiento,
la perfección del sacrificio,
delgadez de la línea que engendra un horizonte
o el deseo sin fin de los lejano.
El dios y el mar.
Y más allá los dioses y los mares.
Siempre.
Como las aguas besan las arenas
y tan sólo se alejan para volver,
regreso a tu cintura,
a tus labios mojados por el tiempo,
a la luz de tu piel que el viento bajo de la tarde enciende.
Territorio, tu cuerpo.
El descenso afilado de la piedra hacia el mar,
del cabo hacia las aguas.
Y el vacio de todo lo creado
envolvente, materno,
como inmensa morada.
Jose Angel Valente
1 comentario:
Uf!!!!!Ya no sé si suspiro por el poema, el poeta o por las ansias que tengo por ver ese faro.
Se te echaba de menos...
Yo he vuelto de puntillas.
Espero que estés bien.
Un abrazo.
La chica del faro.
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