miércoles, 10 de junio de 2009

Cabo de Gata


El cabo entra en las aguas como el perfil de un
muerto o de un durmiente
con la cabellera anegada en el mar.
El color no es color; es tan sólo luz.
Y la luz sucedía a la luz en láminas
de ténue transparencia.

El cabo baja hacia las aguas,
dibujado perfil por la mano de un dios
que aquí encontrara acabamiento,
la perfección del sacrificio,
delgadez de la línea que engendra un horizonte
o el deseo sin fin de los lejano.
El dios y el mar.
Y más allá los dioses y los mares.

Siempre.

Como las aguas besan las arenas
y tan sólo se alejan para volver,
regreso a tu cintura,
a tus labios mojados por el tiempo,
a la luz de tu piel que el viento bajo de la tarde enciende.

Territorio, tu cuerpo.
El descenso afilado de la piedra hacia el mar,
del cabo hacia las aguas.
Y el vacio de todo lo creado
envolvente, materno,
como inmensa morada.
Jose Angel Valente

martes, 2 de junio de 2009

Mi caballito de mar

El caballito de mar es una criatura mágica, de cuento. Se dice que cuando un caballito de mar encuentra a su pareja, permanecen juntos hasta que uno de los dos muere. O en su defecto, hasta que alguno de los dos es pescado. Cuando esta atrozidad ocurre, el otro caballito, se queda sin su mitad, sin la otra parte de su ser y, o bien se tumba junto a su pareja ya muerta, o bien se recuesta en algún lugar para poder morir de tristeza.

Durante su feliz convivencia, la hembra es la que intenta seducir al macho con un cortejo digno de ver, dicen. Pues baila y revolotea grácilmente al rededor de él, por el puro placer del goce. En esta peculiar pareja, es el macho quien queda embarazado y por tanto quien sufre los dolores del parto, de las contracciones y el malestar que debe provocar, pero es también él quien, tras un periodo de fecundación, da a luz a unos 1500 caballitos.